viernes, 19 de septiembre de 2008

Leyenda del Sauce Llorón

¡Tenemos unas amigas nuevas que participarán en nuestro Blog!

Ellas son las nenas de sala de 5 del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, de la provincia de Santa Fe, quienes junto a su seño Silvia nos han enviado una leyenda y sus dibujos.

¡Nos encanta que participen! ¡Gracias!


El Sauce Llorón
Rosaura era una paisanita muy bella y coqueta, de talle espigado, cabellos renegridos que ataba en dos largas trenzas, ojos almendrados del color de la miel a los que orlaban larguísimas pestañas, boca carnosa y carmesí que invitaba al beso. Su hermosura no tenía rival en toda la comarca.
Todos los mozos del pago la pretendían y ella jugaba con ellos, les daba esperanzas y luego se burlaba cruelmente de sus enamorados sin importarle el mal que les hacía.
El que más la amaba era Rosendo, un peón trabajador y callado que cuando la encontraba, la miraba a escondidas, pues no se animaba ni siquiera a saludarla.

Acostumbrada a los piropos de sus admiradores, Rosaura se sintió molesta ante lo que creía indiferencia de Rosendo y se propuso conquistarlo.
La ocasión se le presentó en un baile; Rosendo desde un rincón observaba cómo se divertían los demás. Al llegar la paisanita se dirigió hacia él y lo invitó a bailar.
Los oscuros ojos del muchacho adquirieron el brillo de distantes constelaciones y en su corazón comenzó a sentir el canto de los grillos.
Poco, muy poco duró su alegría. Llegó al baile un forastero rubio y muy apuesto; sus azules ojos miraron con insistencia a Rosaura y la coqueta dejó plantado a Rosendo y buscó al recién llegado para bailar.
El peón despreciado se quedó estremecido de vergüenza y las risas socarronas y las burlas cayeron sobre él.
Humillado, Rosendo huyó como fiera perseguida hacia la costa, trepó a una canoa y comenzó a remar río arriba.
Rosaura arrepentida de su mal proceder, iba todas las tardes al río con la esperanza de verlo regresar; sin saber cómo ni por qué la triste mirada del peón había quedado grabada en sus retinas. Sentía un atroz remordimiento y ganas de abrazarlo y decirle que lo amaba.


Una noche divisó una canoa; su corazón latió cual un poncho salvaje que flamea al viento pero la canoa estaba vacía; en su interior, como una nota fúnebre, el sombrero de Rosendo; así comprendió entonces que jamás regresaría. Quedó como petrificada por el dolor, las lágrimas como densa neblina opacaron sus ojos y sintió que se iba transformando en un árbol que hundió sus raíces en la costa.
Este es el origen del sauce llorón cuya copa verdinegra se inclina en triste actitud hacia la tierra y que despide una tina llovizna que no es otra cosa que las lágrimas de Rosaura quien en su nueva forma aún continúa llorando la ausencia que quien tanto la amó y vio sus sueños abatidos por la juvenil inconsciencia de su coquetería.


Fuentes Documentales
Ceresole de Espinaco, Zunilda. 2006 Santa Fe y sus Leyendas

Ediciones Parque del Sur







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